La vida de Cenicienta era muy triste. Siempre limpiando y fregando la cocina. Siempre viviendo entre cenizas.
Esa noche, sus tres hermanastras se habían ido al baile del palacio.
"¡Cómo me gustaría bailar con el príncipe!", pensó Cenicienta.
Entonces apareció un hada y dijo:
- Bailarás. Pero tendrás que volver con la última campanada de las doce.
Apenas lo dijo, Cenicienta se encontró vestida como una princesa y viajando en una hermosa carroza.
En el baile, Cenicienta bailó toda la noche con el príncipe. Hasta que sonaron las doce y tuvo que partir tan de prisa que, al bajar las escaleras, perdió uno de sus zapatos.
- Con este zapato la encontraré -dijo el príncipe-. Quiero casarme con ella.
Pero como el zapato era muy chiquito, los servidores del príncipe recorrieron el reino sin poder encontrar a su dueña.
Cuando llegaron a la casa de Cenicienta, las tres hermanastras hicieron lo imposible para calzar el zapato. Pero no pudieron, y tuvieron que llamar a Cenicienta.
¡Qué cara pusieron, al ver que ella era la dueña del zapatito! Una cara más agria que el limón.
Pero el príncipe puso una cara más dulce que la miel y, al día siguiente, se casó con Cenicienta.
Esa noche, sus tres hermanastras se habían ido al baile del palacio.
"¡Cómo me gustaría bailar con el príncipe!", pensó Cenicienta.
Entonces apareció un hada y dijo:
- Bailarás. Pero tendrás que volver con la última campanada de las doce.
Apenas lo dijo, Cenicienta se encontró vestida como una princesa y viajando en una hermosa carroza.
En el baile, Cenicienta bailó toda la noche con el príncipe. Hasta que sonaron las doce y tuvo que partir tan de prisa que, al bajar las escaleras, perdió uno de sus zapatos.
- Con este zapato la encontraré -dijo el príncipe-. Quiero casarme con ella.
Pero como el zapato era muy chiquito, los servidores del príncipe recorrieron el reino sin poder encontrar a su dueña.
Cuando llegaron a la casa de Cenicienta, las tres hermanastras hicieron lo imposible para calzar el zapato. Pero no pudieron, y tuvieron que llamar a Cenicienta.
¡Qué cara pusieron, al ver que ella era la dueña del zapatito! Una cara más agria que el limón.
Pero el príncipe puso una cara más dulce que la miel y, al día siguiente, se casó con Cenicienta.
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